domingo, 18 de mayo de 2008

Bajo las Luces y el Agua


Regreso de la playa y voy a la casa que esta arriba llevando un pañuelo, mis sandalias y anteojos. Camino por la sombra, mientras recibo la brisa que baja por una línea blanca hasta mi short del mismo color. En lo alto alguien me observa, escondida en una sombra, solo sé que es ella por el color de su cabello bajo el sol.

Recuerdo esa foto de la infancia, las muchas que tomó mi mamá cuando aún tenía el pelo largo. Como esa foto también me gustaban las tomadas bajo la cabeza de toro en la entrada, o la de la sala de reuniones, siempre silenciosa y abandonada por las tardes. El salón de billar también era uno de los lugares que me gustaba visitar cada vez que iba al club, aunque nunca le tomamos una foto, porque la cámara no tenía flash.

Recuerdo estar corriendo alrededor de la piscina, mientras sacan las cosas del auto, un volkswagen color celeste. Siempre alejado de mis primas que conocían mejor que yo el lugar –no me gustaba que me dijeran como hacer las cosas- Las dejaba jugando con las esculturas de tortuga que estaban cerca al pequeño coliseo.

A eso de las tres, esperaba con ansias que acabaran de comer, para correr hacia la parte trasera de la hacienda donde había un tren abandonado. A todos lados iba corriendo. Siempre corría -No es extraño que al haber dejado de correr me haya convertido en esto- Bueno, son cosas que pasan.

Detrás del club estaba el tren varado en medio de la maleza. Este me llevaba a todos los lugares posibles. Iba por las barandas, por los cuadros, encima de las esculturas de tortuga, por la baldosas de la piscina…solo hasta llegar a la iglesia me detenía algo. Miraba para arriba y una enorme puerta de madera vieja yacía sobre un cielo despejado. Dejaba que mis ojos se cerraran entre la angustia de la curiosidad. De pronto entraba en aquella capilla adornada con imágenes de santos y gárgolas. Todo ahí dentro era gris y oscuro, iluminado solamente por los ojos de los santos. Todos trataban de tocarme. Hasta que tomaba entre mis manos el crucifijo del altar mayor.

- Miguel ¿qué haces?

Al abrir los ojos, ella estaba tendida sobre el cielo. Su cabello olía a cloro.

- Estoy Pensando.

- Bueno, pues... apúrate que ya nos vamos.

Esa fue la última tarde. Nos fuimos en aquel volkswagen celeste, dando saltos al salir por el camino de piedras. Entre trenes, santos, toros e iglesias.

El año siguiente no nos dejaron entrar. A mi tío lo habían echado del banco y el auto había sido rematado a una pareja de esposos bolivianos. Ya no habría más tardes mirando al cielo tumbado en la piscina de niños. Nada más que el sórdido mundo de afuera del portón me esperaba.

¡Se apagó el sol sobre las esculturas de tortuga! Ahora grita el gallo sobre mi hombro...

Y te dejo sin color, y sin primas, y sin amigos…

Tu rostro ahora lo veo más claro. No eras castaña y mi polo no era mas que un polvo. Te recuerdo con el cabello largo…




Escrito por: Leugim_Leugim

Lima - Peru
Fotografia de: Charles Zalber
Paris (Ralph Gibson)
The somnambulist. 1969

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