martes, 16 de septiembre de 2008

Ultima Función - Microrelatos



Aqui con unos cuantos aportes para ser publicados de parte de leugim_leugim... gracias por todo lo compartido hasta el dia de hoy amigo...


POLIZONTE QUE ESPERA SU PARTE DEL MOTIN

Al fondo, muy arrinconado, con las cosas viejas y los estantes vacíos, Maiki anota en una pared los días que le faltan. Con frecuencia se detiene en el espejo para compararse con autoretratos de su juventud. Los rasgos faciales lo hacen más irreconocible. La pared esta llena de monigotes; personajes muertos. El aliento seco y frío, junto al humo de tabaco lo hace más santo por una extraña razón. Una infección a la garganta no es una molestia para una piedra. Así, con sus costumbres ermitañas, va como un nómada por el llano. El viento lo acompaña, y la dicha esta borracha en una selva llena de fantasmas. Apenas percibido se hace humo. Yo, que sirvo a un brujo metafísico he visto tu destino enloquecido por el resto de la torta, dice en la oscuridad. Quiero que vivas para siempre. Alguien se encargara de recoger mi parte que escondes bajo un brazo.


ULTIMA FUNCIÓN

En el galeón surrealista busco una butaca cómoda, pero simplemente no hay. Me niego a mi mismo como advierten la película, y sigo la diminuta luz de la pantalla. Como todas las noches, repiten la misma escena: Llegan en caravana, como pueden. En fila se ve a los primeros rabiosos que marchan. la cólera les sale como espuma por las narices; no pueden gritar. De preferencia tengo que ocultar mis sentimientos, algún marchante se puede poner sensible. Alejandra tiene miedo y coge mi brazo. Una madre, que parece salida de mi bolsillo húmedo, esta sentada en la oscuridad dándole a su crío la leche. Es una madre muy joven. Al frente, los quemados esperan a los turistas para pedirles autógrafos. Los ciegos les siguen el juego y fastidian a los turistas que vienen de Hollywood. Las prostitutas están de vacaciones, por lo que muchos cuartos están vacíos, pero hay muchos borrachos y yonquis dispuesto a dar sus servicios por la causa. 

Alejandra, que es muy pudorosa, no espera para abandonar su sitio. Con lentejuelas, gafas y sombrero de plumas, un obeso personaje anuncia el comienzo de un carnaval. Las cosas ocurren al puro estilo Pasolini . Alejandra me coge del cuello con su bastón y me arrastra por el suelo. Mientras dura el paseo, enciendo un cigarro que le compré a un alienígena perdido. En este submundo la mayoría se oculta de los agentes del servicio de inteligencia (La tribu de Caín) Aquí nadie es conocido mas de cinco minutos, me dice. . De las sombras un mozo me trae una copa de vino, que también era joven y mudo. Se enciende un reflector. Es usted el visitante numero 100. Alejandra con apuro recoge sus cosas y se apresura a buscar la puerta. Los quemados me cogen los hombros y Tom Waits le hace tributo a un músico Ruso en la Rockola.

Recuerdo que era tarde. Un murmullo seguido de un gemido y un aullido comienzan a llenar el ambiente. Se acaba el mundo. Cuando todo acaba no queda más que beber el último sorbo de vino e improvisar una canción. Alejandra sabia del último minuto de la película, el más intenso. El cerdo crucificado. Un cerdo que nadie puede comer por ser sacro. Por nada inundan el suelo con aserrín. 

No se sabe cuando llega el servicio de inteligencia, pero cuando lo hace disparan con sus gases, acribillan a los menores con perdigones, golpean a los que ha abandonado la fuerza y acaba la película. Parece una noche tranquila, con espectadores sucios e histéricos.


DOROTEA Y SUS HIJOS

Una rueda sobre una silla vuelan con alas de cartón mientras tocan a la vez un claxon de juguete. Planean siempre a la altura de las nubes, dejando sobre el jardín y las azoteas una sombra que se desvanece. Tan alto vuelan a veces que Dorotea los pierde, pero vuelven en la noche cansados, y piden que les sirvan sopa y otras cosas calientes. Dorotea les sirve la cena y les da más ración que de costumbre. Como ella es la que limpia ordena todo para el día siguiente. En eso ha visto que han dejado varias botellas de pisco. Las esconde, pero la silla que la había visto le dice: No te alegres tanto, necesitamos olvidar mucho, tomate el vinagre y consuélate viendo el televisor. Dorotea no le hace caso, y se lleva los tragos a la cama mientras los otros duermen. Como no se emborracha rápido acaba en la mañana. Mientras bebe sacude sus pies en la ventana y no termina de hacer zapping hasta que el despertador suena.


Escrito por: leugim_leugim
microrelatos
Lima - Peru
2008


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