martes, 18 de marzo de 2008

El Todo



Estoy cansado. Demasiado, ya. ¿Será el Todo? ¿El inevitable Todo? ¿Él, quien siempre ha aporreado sobre mí gritando que es interminable, invariable e inevitable?... Claro, siempre es Él. Es monótona la convivencia consigo mismo. Hartante a veces y vacía muchas más. En andar corriendo tras un camino del que no se tiene conocimiento de su paradero o en buscar algún pequeño espacio del cual disponer para el descanso es que perdemos nuestro poco tiempo disponible. Y así ha ocurrido conmigo. Y, así, en casi todo, he buscado una razón para no ceder, para no dejarme vencer, para intentar ponerle freno a la estúpida vida que estoy viviendo. Pero –y siempre existirá un pero-, por una obvia y consecuente lógica, el Todo ha aparecido siempre en mi camino y se ha burlado de mí, y me ha gritado, y ha aporreado sobre mí, y ha repetido incesantemente, una y otra vez, que Él es inevitable, invariable e interminable.

Toda mi vida he odiado repetir esas palabras. El sólo pensarlas me remite directamente a Él. Aquí caben siempre las excusas, las grandes mentiras para uno mismo, los buenos pretextos, la autocompasión; todo aquello que, en realidad, no lo alejará de nosotros, pero, cuando menos, nos mantendrá ocupados en otra cosa por un buen rato...

He intentado escribir. Casi nunca con éxito. Siempre las mismas palabras. Los mismos dictados que han escrito todos alguna vez o que se han escrito siempre. No importa si fueran párrafos enteros o alguna línea suelta, obraba, yo, como una maquina fotocopiadora, mezclando las imágenes en blanco y negro con las imágenes a color, convirtiendo cada figura, cada imagen recortada, punto por punto, en renglón, en frase, en palabra, en letra muerta, sobre cualquier papel que cayese en mis manos, sobre cualquier espacio en blanco de libro, de cuaderno, de periódico viejo, de revista, de alguna hoja de propaganda de tienda; sobre cualquier lugar donde hallase vacío. Esperando, deseando, confiando que, Él, muriese también como ellas.

Sería iluso pensar que este pequeño sueño podría convertirse, alguna vez, en realidad. No es más que una minúscula mentira que debo inventarme a menudo para sentir un poco de libertad, para relajar brevemente mis músculos entumecidos por la estrechez de esta caja que Él me ha confiado. Lo real, lo absoluto, lo verdadero, es que nadie escapa al circulo donde esta atrapado. ¡Y cómo podría Él dejarme escapar si he sido yo, siempre, uno de sus más estúpidos e incondicionales actores! Ninguna farsa se sostiene sola por mucho tiempo.

Él, se divierte a su antojo ¡y a mis expensas! Juega con esa necesidad mía de encontrar abrigo; con esa debilidad mía de dar cariño y afecto. De esta forma ha conseguido convencerme de que soy yo quien se encajona y aparta, progresivamente, de cuanta libertad pudiese disponer y desear, de cuanto amor espero y ansío. Así me engullo y me consumo dentro suyo, inmensamente culpable, destruyendo siempre cualquier intento por cambiar el sentido del cómo se viene desarrollando mi vida.

Sin embargo, algo me ha enseñado esta prolongada estancia en su interior, algo que he aprendido, sea ya por necesidad o por vicio, pero que quizás sea el engaño más grande que he presenciado en mi vida: la farsa prefabricada y concebida por el Todo para hacernos pensar que no existe, entre Él y el Tiempo y el Dinero y el Destino una confabulación, según la cual, estos últimos, se encargarán de nosotros en el momento que seamos absolutamente vulnerables. Pareciera una política de ensañamiento la suya. Nunca entenderemos su proceso de administración de justicia.

Él, el Todo, se ha cuidado al establecer estrategias complejas y extremadamente difíciles de descubrir. Utilizando esas minúsculas partes suyas, accionadas en el momento preciso y ya establecido con anterioridad, nos hará caer el mundo encima, aun si no le fuera necesario, dependiendo sólo del humor en que se encuentre. Esto lo comprobé hace poco al fallecer un amigo. Cuando el Dolor, la Desesperación, la Frustración, y la falta de Dinero y de Tiempo, nos golpean, de una sola vez, y se nos echan encima, sin reparos ni misericordia, al frente de todos nuestros miedos: nos devoran, nos descalifican; no nos dejan pensar ni reaccionar. Sencillamente, nos cortan los hilos.

Sólo la Culpa es la más cercana a Él, el Todo. Sentada a su siniestra. Imperturbable. Es Ella quien tiene la misión más cruel de todos los ya mencionados en la farsa del Todo. Es Ella, la Culpa, quien entra al final de la historia, como ahora, para hacernos ver y palpar nuestra miseria, nuestra pequeñez, nuestra nulidad, esa realidad muda que no queremos aceptar pero que hace tiempo ya hemos comprobado. Ella arrastra consigo aquello que abandonamos, lo que dejamos olvidado, lo que no pudimos ni supimos hacer, aquello que dejamos inconcluso... Y es precisamente allí cuando Ella se nos descubre: inmensa, fría y triste. Observando serenamente. Aguardando, pacientemente, científicamente, a que demos inicio a nuestro proceso de expiación de faltas y errores cometidos y no cometidos, de penas abreviadas y ahorradas, de cuanto hicimos o dejamos de hacer en perjuicio nuestro o de otros, de aquello que hicimos al revés, aun de esas pequeñas estupideces que creíamos inocentes e inofensivas, las mentirillas blancas de alguna vez, las negras de todos los días, esas que nos salvan el pellejo, las que hunden, las que no nos dejan en paz, y, entonces, nos dejará pensar que allí terminó todo, nos permitirá respirar un poco y descansar... Pero será ese el momento justo en que, Ella, empezará a cerrar sus manos, muy despacio, en nuestro cuello desnudo, arrancándonos, lentamente, el poco aire que habíamos respirado, anulando nuestra voluntad, llenándonos de reproches, de recuerdos, de falsas expectativas, de promesas incumplidas. Aquí sentimos todo su peso, en su magnitud real y apocalíptica. Esa es la voluntad del Todo.

Parece imposible una coexistencia pacifica con Él. Los conflictos y contradicciones que siembra en nuestro camino nublan, aun más, nuestra pobre visión del mundo, alejándonos de cuanto pretendamos como cierto. A cada cual le ha reservado su propio infierno particular. Conoce bien nuestros puntos flacos y a partir de estos nos atormentará y nos aniquilará, con absoluta calma, pleno de goce, extasiado por ese grandioso pero invariable, inevitable e interminable espectáculo... Cerrando así su propio circulo. Su propio infierno.

¡Todo!... ¡Ni aun Tú escapas a tu propio plan! ¡Eres tan ruin y vulgar como nosotros! ¡Estás tan acabado como nosotros! ¿Y sabes por qué?: porque nos necesitas para existir... Porque sin nosotros eres sólo: Nada.

Escrito por: j.s.l.
Lima - Perú

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